Con el hilo de envolver

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Cuando me siento a escribir estas palabras, pegadas a estas fotos, suelo recorrer un mundo de vivencias pegadas también a todo lo que os voy enseñando, poco a poco me voy dando cuenta de que mi mundo de referencias oscila entre la simplicidad de ideas de los niños y el conocimiento empírico de los abuelos. Estoy segura que tanto en un lado como en el otro las cosas se hacen o se dicen sin tener demasiado en cuenta la opinión general o el momento en cuestión y eso me encanta.
Si le preguntas a un niño o a un abuelo si le gustan las hombreras de tu chaqueta te responderá si o no, no te dirá: si estuviésemos en los 80 te diría que muy bien, ahora mismo me parecen horrendas, pero no te deshagas de ellas, puede que algún gurú de la moda le de por ponerlas en el mercado y de repente serán retro-vintage y por consiguiente supermegatrendy!..: P

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Las respuestas infantiles cuentan con toda la simplicidad y falta de diplomacia (a veces tan alejada de la realidad ) que puedes necesitar ante una duda, con todo el análisis que pueda recoger cualquier «estadista» y con las ocurrencias más extremas que podamos imaginar, tienen además ese aire de cómic que pueden hacer que no las tengamos en cuenta por lo fantástico o descabellado que nos pueda parecer.
No menospreciemos esas respuestas, están cargadas de economía y lógica, como la que me condujo hasta aquí que no es una respuesta sino una pregunta, ahí va:
-¿Pero, pero… porqué no hacen los aviones con lo mismo que usan para hacer la caja negra?…
Sin tener que ahondar en la ingeniería aeronáutica, podríamos decir que no tiene mucha lógica, pero en cierta forma ( y guardando una distancia) es una manera de ver las cosas que puede hacer cambiar la perspectiva con la que se miran.
Esa respuesta me hizo pensar en algo que estaba buscando: un material muy resistente, algo que aguante peso, roce, un uso continuado sin opción a remiendo. Entonces recordé aquel hilo que se usaba para envolver los paquetes, los pompones, los chorizos, las piezas encoladas… un todoterreno que aseguraba una resistencia máxima: el hilo de bramante. Una especie de cuerda pequeña trenzada con fibras como el cáñamo, el yute o el lino, un poco áspera para que el momento de tejerlo sea una gozada, pero una buena solución para lo que andaba buscando.
Así surgieron algunas cosas que hice hace tiempo y que han demostrado su durabilidad confirmando así que era la mejor opción para estos cestos cargados de cebollas, ajos y todo lo que se necesite en la cocina, esa sala de máquinas que apenas se detiene, un sitio donde no hay sedas ni organzas, al menos no con un destino permanente o con un prolongado futuro. Si he tardado en llegar es porque me aferraba a la lógica adulta como única forma de pensamiento.

Verano?

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Estoy vagonetas, si, pero vagonetas de ordenador, teclados,  pantallas,  sucedáneos y de la madre que los parió!.
Ya no queda ningún ámbito de mi vida que no esté afectado por el ecosistema digital. Mis dedos siguen trabajando en lo suyo, pero voy retrasando el momento de sentarme delante del  ordenador, y no es por no acercarme por aquí, que a fin de cuentas es donde más me gusta «digitalizar», es por acercarme más a ese ecosistema olvidado en el que calienta el sol, huele a hierba cortada o a mar de verano y que pronto será más desapacible que adorable.
Ahora llueve, hace viento y la niebla lo tapa todo, un mes de agosto para olvidar… creo que estoy  mejor en casa aporreando el teclado tomando un cafelito caliente que ahí fuera, con la que está cayendo.
Con este panorama no parece que venga mucho al caso el bolso de trapillo que os traigo hoy,  pero tengo muchas esperanzas puestas en el mes de septiembre, y creo que aún nos quedan muchos días de pasear con los pies descalzos.
Hace años que no pasa un verano sin que haga, por lo menos, uno de estos, con este punto un poquito flojo que viene muy bien para dejar las arenas de la playa donde tienen que estar…en la playa! y para meter dentro todo lo que puedas necesitar o creer que necesitas… toallas, bañadores, la merienda, los juguetes, el agua, algún libro…(doy fe de que con todo esto aún cabe un perro pequeño encima que tenga miedo a las caminatas sobre el asfalto caliente)
Este se lo ha quedado Silvia, compañera de teclados y pantallas que ahora mismo está bien lejos de ellas y que probablemente me pueda confirmar que aún cabe algo más ahí dentro…no está escrito lo que una puede llegar a meter en un bolso.

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Packaging

furoshiki7Os acordáis del bolso de Nala? pues Nala también se acuerda porque lo que es el bolso en sí no lo ve mucho, de hecho …aún lo tengo yo… sip.
Cosas de la puesta en escena, un pequeño atrezo para la foto. La correa tenía que tener la medida correcta antes de terminar el bolso y para ello se dió dos vueltas en avión, se pasó dos meses en el maletero de un coche, quince días en el taller de cuero y 15 días más en mi taller, si pudiera hablar…
Todas estas idas y venidas estimularon la sensación de subidón cuando lo ví terminado, supongo que estaba en lo más alto cuando decidí que meterlo a pelo en una caja quedaba, como poco, cutre…Se lió la cosa un poquito, hasta tuve mi momento furia destructora que si no hay  nadie mirando es muy relajante pero como te pille alguien..
Lo intenté con papel cosido y con cartón pero tan solo demostré mis habilidades para darles a estos materiales un aire de solemne chapuza, la solución pasaba por complicarlo todo así que me sometí a los designios de Ockham al que recurro a menudo , como hacía mi abuela con San Antonio cada vez que perdía algo: «En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta»….  fué así como recordé esa deliciosa tradición japonesa que consiste en envolver cualquier cosa que lleven de un lado a otro en un pañuelo: furoshiki, le llaman.
Por aquí le conocemos más como atadillo, aunque jamás hicimos atadillos con seda ni ponemos tanto primor en envolver muchas cosas, básicamente vamos de un lado a otro metiendo nuestros enseres en la poco agradecida pero universalmente utilizada bolsa de plástico, una costumbre que pretendo cambiar.
Aunque fuera sencillo yo necesitaba complicarlo un poco más; lo hice de doble tela y de un tamaño inferior al que necesitaba con lo cual ni siquiera anudaba, así que me encomendé de nuevo a Fray Guillermo y …. vi la coleta que anudaba el pelo de mi hija… : p (otro clásico, encomendarme a todos los santos para que me enseñen lo que tengo delante de las narices)
Perfecto del todo no quedó, lo hice un poco a ojo, las costuras pierden el norte a ratos y las telas son tan distintas que flipé para entenderme con ellas, con todo prefiero pensarlo dos veces y preguntarme: ¿porqué le llamo imperfección si le puedo llamar asimetría?.
En breve irá volando a tus brazos Nala, que lo disfrutes!

Bestia Parda #2. La secuela

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Soy muy refranera , no porque crea en la efectividad de los refranes sino porque no ha habido aprendizaje causa-efecto, desde que tengo uso de razón, que no haya llegado acompañado de un «muy oportuno refrán»…  alguno certero, alguno hiriente y algún otro que saca sangre…  No puedo dejar de evocar uno en cada momento crítico del día, no voy a por ellos, en serio, son ellos los que vienen a mí.
Cada vez que me pasa, la imagen de mi abuela se me viene a la cabeza  con aquella sonrisilla irónica (modo refrán) envuelta en una especie de Dolby Surround con su eco y su resonancia, si, tal cual lo diría Vincent Price si hablase gallego: ¡¡¡¡»Para o que non quere caldo…sete tazas«!!! (para el que no quiere caldo…siete tazas), que viene a ser algo así como : Pues si no querías… te vas a hartar!, era uno de sus favoritos o por lo menos de lo más oído de los 80 y los 90.

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Ahora tengo otro en mente, el que me atronó cuando me puse con ésta, la Bestia Parda number 2…, «Eramos pocos y… paríó la abuela«. Viene al caso porque no es que me empeñase yo en hacer una muñeca detrás de otra, sobre todo antes de tener cara para la primera, sino porque intenté hacer de la segunda un borrador.
Si, si, el razonamiento es tela porque, en sí,  mucho sentido no tiene; El tejido no es el mismo, la textura tampoco, nada que ver! Pero me lancé sin pensarlo: «vamos a hacer algo menos complicado que me ayude a ponerle cara…»  y ahora tengo una pequeña prole en la mesa de pruebas ; dos cabezas sin rostro y dos cuerpos que vestir…
El caso es que si ha parido, da igual que haya sido la abuela, ahora hay dos criaturas y es posible que sean de crecimiento lento, que le vamos a hacer…»A lo hecho, pecho!» y eso porque son muñecas y no posavasos que si no se solucionaba antes con un… «muerto el perro se acabó la rabia«!!!

La Bestia Parda

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Bueno, mirándola así  ahora me da un poco de mal rollo llamarle «Bestia Parda» pero es en lo que se ha convertido…
Pobre, no es culpa suya, no tiene cuernos ni rabo en punta, tampoco me susurra por las noches ni me la encuentro por la habitación lejos del sitio donde la dejé por última vez.  Ni siquiera tiene deditos en sus pequeñas manos que le permitan sostener un cuchillo para convertirse así en  huésped de una posesión diabólica al más puro estilo Chucky. No es tan bestia ni tan parda, como mucho podría servir de alfiletero vudú, que es lo más extremo que se me ocurre; ahora y mirándola así, digo, porque si echo la vista atrás…es todo lo anterior y más.
Es la razón de mis desvelos, de mis pensamientos circulares, de que me haya entregado sin remisión a la procrastinación, pero quien me manda a mí andar por ahí haciendo el Geppetto????
En realidad ya empecé a liarla cuando decidí hacerla pequeñita para ahorrar material, (la hice con lino y como no quería comprar, aproveché un trozo que me quedaba de hacerle unas cortinas a mi suegra hace ahora más de veinte años, eso sí, el lino está como el primer día) Craso error! lo que me ha costado darle la vuelta al material una vez cosido… Luego rellenarla, quizás lo más fácil del recorrido hasta ahora, tiene lo suyo, pero como ya os habréis dado cuenta no es el trabajo laborioso lo que me amedrenta, el frenazo en seco llegó cuando me dí cuenta de que tenía que ponerle una CARA!!!!

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Vaya!, una cara…con lo que eso supone, una cara es una expresión, el reflejo del alma, dicen, y aunque alma no tiene (al menos eso espero) no puedo hacerla así como si fuera una parte más del proceso, una cara no es cualquier cosa. Aquí comenzó la escalada de intentos y pruebas que aún no tienen rostro definitivo, entre tanto un jersey, un par de calcetines y ahora mismo una cortina que seguramente termine antes de poder darle forma a esta, mi «Bestia Parda». Espero que el día que os la presente pueda dejar de llamarle así, que su cara haga que olvide las vueltas que dí, o que por lo menos haya valido la pena darlas todas.

Procrastination #2

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Parece que ya le voy viendo la cara a mi particular «bestia parda», esa que ha conseguido derivarme por intrincados ramales en los que resuelvo puzzles, en otro momento imposibles, con el único fin de hacerme salir del camino principal.
Según alguno de los ríos de tinta que corren por internet con respecto al título de esta entrada: dudar es una forma de procrastrinar/remolonear, y, aunque es muy posible que esa sea la razón principal, creo que para mi empieza a formar parte de un ritual asociado a creencias que aún no puedo identificar.
Mirándolo así me veo a mi misma como veo a mi perro dando una y otra vuelta alrededor de su manta para enfocar mejor el momento del lanzamiento en plancha, hasta 15 vueltas le contabilicé una vez mientras empezaba a perder los nervios y sentía cada vez más ganas de sentarle yo misma… no lo hice, pero me quedé muy aliviada cuando terminó el proceso.
A ver cuántas vueltas soy capaz de aguantar sin quemarlo todo… por lo de pronto ésta es mi segunda vuelta, en forma de calcetines. El momento era el ideal (frío que pela), además llevaba tiempo intentando hacerlos pero siempre me había parecido un poco lioso…hasta ahora… en un volao, con las benditas agujas circulares y uno de los mejores tutoriales que encontré por el camino (lo había intentado con otros pero éste, además de sencillo es el que mas me gusta). Me quedaron un poco justitos, pero es lo que tiene el primer intento, siempre es un borrador.
Ahora, con un café en las manos, mis pies calentitos  y la mesa de trabajo recién ordenada estoy preparada para lanzarme de cabeza a… mi tercera vuelta de perro

El jersey de la Transición

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Tengo una especie de tormenta de ideas tronando en mi cabeza. No es igual al modelo típico en el que un grupo de personas se reúne para proponer y discurrir entre todos, mi modelo es individual y las propuestas parten de algún remoto lugar cuyo flujo no consigo cortar sin que entorpezca todo lo que tengo entre manos.  No es que venga a presumir de ello, me siento como si fuera víctima de algún desequilibrio psicológico que me hace abandonar lo que está a punto de terminarse antes de meter la pezuña irreversiblemente o antes de comprobar que me he metido en camisa de once varas.  Quizás debería gestionarme mejor y no hacerme caso en esas circunstancias, pero una no aprende…

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Procrastinar… le llaman (remolonear, decía mi abuela). Sea por lo que sea lo dejo para luego y luego no acaba de tener fecha en el calendario. Así que me he alejado de la tormenta para asumir este jersey. Le he llamado «El jersey de la Transición».  El resultado está controlado, me ha proporcionado mucho relax y la rubita que lo lleva está encantada con que le tenga tan bien tomadas las medidas (sobre todo las de las manías). Así, sin tener que pensar demasiado en lo que tenía en las manos, he podido pensar más en lo que dejaba para luego. En breve os lo enseño… si no me da por procrastinar, así a lo loco ; )

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Pies calentitos

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Media tarde me ha llevado apartar el frio invierno de los pies de mis dos amorcitos. Ha sido, con diferencia, lo más rápido que hice desde que empecé con este blog. De tobillo vuelto, bajo petición del usuario, cada tres vueltas trae el pie pacá y poco más… no hay mucho más que contar. No es como todas esas cosas en las que empleo horas , días, semanas, meses… toda una meditación en la que te da tiempo a pensar en como lo vas a rematar o rehacer. Me imagino al destinatario con esa sonrisa que se le pone cuando se lo das, o con la cara que pondría si tuviera que ocultar que, en realidad, no le ha gustado nada. En ocasiones fluyen pensamientos que nada tienen que ver con lo que hago ni para quién y acabo por no ser consciente de lo que me pasa por la cabeza, pero esta vez no me ha dado tiempo a pensar mucho, les he puesto un concentradito de cariño y me he imaginado sus pies abrigaditos y juntitos cerquita de la estufa de leña. Ahora solo pienso en que se acordarán de mi cuando se los pongan : )

Redonderías

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Hace bastante tiempo que todo lo que hago empieza con un círculo, una esfera, una elipse… A lo mejor tiene que ver con no parar de dar vueltas y vueltas y rondar tantas veces la misma cuestión, o simplemente que me gustan los círculos sin más. En realidad nunca me lo había planteado hasta que intenté hacer un mantelillo rectangular y mirad lo que salió… Parece que, por ahora, mi «zona de confort» es redonda.
Tanta circulería ha provocado que nisiquiera cumpla su inicial cometido: proteger el teclado de una documentalista que no para de recortar y recortar periódicos encima de las sufridas teclas… algún hueco he dejado para que esto no se solucione…Lo siento Bea, no lo he podido evitar. Y aunque pueda parecer todo un fracaso de diseño, sé que me perdonará esta licencia  porque a fin de cuentas hay otro cometido que cumple sobradamente, el de aportar una gran nota de color en esta oficina gris en la que nos encontramos todos los días (Que conste que lo de gris va por que es el color con que la han pintado, los que la habitamos somos muy alegres y coloridos). Además, si no está cubriendo su teclado puede estar debajo de su taza de café o donde le dé su real gana que para eso ya es suyo y, a fin de cuentas ,no viene con prospecto.
Yo lo ví más con una taza de café y unas «varietés» comestibles para divertir visualmente el desayuno. Tanto lo ví que lo hubiera probado esta misma mañana con mi café caliente y las tortitas con dulce de leche. Afortunadamente tuve un ataque de lucidez extremo y evité a toda costa invocar a Murphy para que me demostrase como podría  pasar por la lavadora antes de llegar a manos de su nueva dueña. Así, toda atacada de lucidez, me fuí en busca de una taza limpia que no derramase más que aire y de una mesa blanca que no necesitase más que una nota de color para inmortalizarlo.
He tenido suerte que esto haya podido ser en una de las cafeterías que más me gustan de Santiago:  La cantina del Gaiás, pena que por cobarde la foto no huele a café ; )

Lino para Nala

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Hace mucho que me rondaba por la cabeza el bolso de Nala. Tenía claro que debía ser práctico, cómodo y minimalista, pero no tenía los datos suficientes para cerrar el diseño final. Ella sí que lo tenía claro, así que un buen día aportó unas cuantas sugerencias, aunque de todas ellas hubo una en particular que funcionó como un detonador. Se le ocurrió mencionar  la palabra.. L I N O!!!!!!!
Me lancé de cabeza, aunque casi me estrello intentando localizar el material: hilo de lino sin mezclar ¡al cien por cien!,  No me podía creer que fuese tan difícil de encontrar, sobre todo teniendo en cuenta que el proceso tradicional de elaboración del lino textil en Galicia (desde el plantado a la manufactura de la prenda) forma parte de un  legado cultural que, además,  supuso un gran impulso económico  en su momento. Por si fuera poco la planta del lino fué revelando una gran variedad de usos: alimenticios, medicinales, cosméticos… Es posible que me olvide de alguno, pero me parece todo un abanico de productividad. Salvo en algunas zonas en las que se intenta recuperar el proceso artesanal tal y como se hacía antiguamente, sigue ahí, en el ámbito de nuestro patrimonio cultural. Así, por muy sostenible que sea su cultivo, por muchos ámbitos que abastezca su producción o  por mucho que no haya un diseñador de moda que se resista a su utilización, todo indica que, por ahora, compensa traérselo de algún continente lejano.  Parece que este es el siglo de los transportistas.
La cuestión es que al final lo he conseguido. Me lo han enviado desde Barcelona y probablemente a la catalana que me lo vendió se lo hayan traído desde Canadá. Si mi bisabuela levantara la cabeza… Con la de palos que le dió a montones de lino para conseguir la pequeña soltura económica que la alejó de la miseria  y de la dependencia de su marido… Seguro que me hacía un tutorial de lino párriba lino pábajo para tener una buena forma de subsistencia. Hubiera sido bonito, pero mi  legado se basa en una gran pieza de lino grueso que guardo como oro en paño a la espera de que se me ocurra algún proyecto digno de ese material.
Con todo, aquí está. Apenas ha variado la idea original. Esto es un poco raro conociéndome como me conozco, pero supongo que ha influido el hecho de que el punto y final no dependía totalmente de mí. Esta vez ha dependido de un artesano del cuero que tiene un acogedor taller en el meollo de Santiago de Compostela: el taller de Fer. Era cuero lo único que tenía pensado para completarlo así que apelé a la experiencia y sugerencias de Fer, que han resultado ser un buen final para el bolso de Nala.

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Las fotos  las ha hecho mi amigo y compañero de trabajo  Xoán Crespo, una prueba más de que estoy rodeada de gente que sabe hacer muy bien las cosas : )